domingo, 5 de abril de 2009

LA MEMORIA HISTÓRICA

Habrá quien piense, al leer el título de esta entrada, que mi intención es entrar en el debate de si se deben desempolvar viejos documentos para sacarlos del archivo nacional y acercarlos a las comunidades autónomas a las que afecta. Pero no es así. No entra en mis planes hablar de ese tema, o de la deuda histórica que el Gobierno de Canarias exige ahora al Gobierno de la nación.

Mi intención, al hablar de memoria histórica, es reflexionar acerca de una frase muy típica en las relaciones personales derivadas del mundo de la comunicación: “Donde dije digo, digo Diego”. Y es que, pese a estar curado de espanto, no deja de sorprenderme la actitud de muchos individuos quienes, tras haber curado las llagas en sus lenguas por el roce que les produjo criticar a otros, luego te los encuentras cenando en amor y compaña, entre risas y algarabía, o te los encuentras dejando mensajes en el Facebook, dando bienvenidas y mandando solicitudes de abrazos, o incluso te los tropiezas por la calle y te saludan con un beso y con un falso interés por el devenir de nuestras vidas.

Es asombroso cómo el tiempo es capaz de desvirtuar las palabras de algunos hasta conseguir que los autores de las opiniones no sólo no se retracten de lo dicho, sino que, bajo una aparente indignación, espeten que ellos jamás han dicho semejante cosa y que todo es producto de la envidia de otros.

Trasladando ésto a mi vida, he de decir que, gracias a Dios, decidí apartar de mi camino la mala hierba hace mucho tiempo. Justo cuando decidí ser la misma persona en cualquier sitio que estuviese, y no supeditar mi personalidad al sitio en que me encontrase y la gente que me acompañase, me di cuenta de lo asquerosas que pueden ser las relaciones personales cuando disfrazan de amistad lo que siempre ha sido interés. 

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