domingo, 25 de octubre de 2009

HASTA SIEMPRE, AMIGO MONTES

Si las despedidas son difíciles por norma general, ésta no va a ser menos, querido compañero que tantas noches de mi vida alegraste inventando motes, contando anécdotas y cambiando el sentido de la narración deportiva.

Escondiendo tu genialidad tras unas gafas y una indumentaria que a nadie dejó indiferente, creaste un nuevo modo de retransmitir los eventos, haciendo que hasta el partido más aburrido se convirtiese en pura fiesta con esas singulares ironía y capacidad de improvisación que no se ha visto hasta el momento y, probablemente, tardarán en volver a renacer en la boca de alguien que heredará por siempre el calificativo de “imitador” tuyo.

Hubo compañeros que criticaron tu forma de narrar, pero dejaron bien claro que la crítica, lejos de ser constructiva, estaba basada en la envidia, pues quienes criticaban tus narraciones fueron los mismos que intentaron poner de moda en vano unos términos que tú y sólo tú acuñaste años después. Se esforzaron tanto en pensar expresiones que perdieron lo que sólo tu genialidad te brindó. La capacidad de crear un término que quedaría para la historia en tan sólo unos segundos.

Entre “tiqui-tacas”, “clubes de Onésimo” y “Amarrategui blues” me despido de ti. No voy a preguntar “dónde están las llaves”, porque tengo claro que te las llevaste contigo mientras cantabas la “Melodía de seducción Sprewell”, sonriendo como sólo los “jugones” saben hacerlo.

Seguramente la vida seguirá siendo maravillosa, aunque no tanto las retransmisiones deportivas ahora que te has marchado. Amigo Montes, hubiese dado mucho por verte llegar al cielo gritándole al Santo de Turno “Wilmaaaaa, ábreme la puertaaaa”. Hasta siempre, genio.

lunes, 5 de octubre de 2009

ANDO BUSCANDO

Ando buscando…
… Un sentimiento que desconozco pero que ya existió en su día, una especie de escalofrío que me recorra el cuerpo cuando me besen, el tiempo que perdí por un amor no correspondido, despertarme por la mañana y encontrar la cama deshecha por el lado que no utilizo.
… Una persona que me despierte de madrugada sobresaltada en sus pesadillas y que me apriete la mano para calmar sus nervios en brazos de Morfeo, que me provoque una sonrisa nada más abrir la puerta de mi casa y que sea la excusa perfecta para fingirme enfermo y pasar todo el día entre sábanas.
… Un sueño, una utopía que empiece por A y que sea de verdad, una tarde en la playa con los vaqueros llenos de arena, lo más cursi que tiene el amor de las novelas… y lo más ingrato que tienen las canciones de desamor
… Ando buscándote a ti aunque te resistas a aceptarlo. Aunque cierres los ojos a la realidad que día tras día llama a tu puerta, aunque no contestes al teléfono que golpea cada tarde tu tranquilidad y aunque te escudes en una distancia que simplemente es el espacio que nos separa.

DE LAS TELAS DE CRETONA AL MEPETRÉS

Nació hace muchos años y, cuando llegó a nuestras casas, actuó como un elemento de unión no sólo entre los miembros de la familia, sino también con los de otras familias que se reunían en casa de quien la tenía para escuchar radionovelas, el parte, o cualquier otra cosa. Era un elemento capaz de vertebrar toda una comunidad de vecinos, una calle o incluso medio barrio.
Desde el primer momento, se le presupuso una magia inusitada, porque para algunas mentes, era inconcebible que de aquel aparato pudiese salir tanto contenido. Voces que llegaban desde todas partes del país, incluso del mundo en algunas ocasiones y salían por los huecos de la tela de cretona, contándonos cómo se vivía en el otro extremo del mapa, algún que otro romance guionizado y algún que otro gol de Amancio, Di Stéfano o vaya usted a saber quién…
Lógicamente, el aparato evolucionó dentro de un mundo que no se detuvo ni un instante y terminó por convertirse en un elemento aislante que sigue conservando su magia. Aquel aparato que unió a tantas familias en otra época, ha terminado de individualizar a las generaciones posteriores, cuyos miembros se cierran los oídos con sus auriculares y caminan a toda prisa, sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor, formando parte de una sociedad globalizada e individual, en la que cada uno mira por su interés, ajeno a los males del vecino con quien ha compartido su infancia.
La radio, que unió a tantos cuando nació, nos separa ahora sin que podamos hacer nada para evitarlo. No hay marcha atrás en este mundo de seres individuales, ¿o sí?