domingo, 8 de noviembre de 2009

... Y MI DESTINO FUE EL SILENCIO

Para muchos he estado desaparecido. Para otros, escondido y, los más atrevidos creen que estoy muerto personal y profesionalmente. Siento decepcionarles. Ni estoy desaparecido, ni escondido, y mucho menos muerto. Me marché del mundanal ruido, simplemente eso. Me alejé de todo aquello que me rodeaba para poder verme más de cerca. Y lo conseguí estando a solas. Oyendo el sonido del silencio. Contestándole igualmente a cada pregunta cruel que me lanzaba y oyendo los consejos que me regalaba y que llevaban dentro de mí mucho tiempo. No ha sido un tiempo fácil, para qué mentir. Primero decidí quedarme con mi soledad. Después subí la cuesta de los episodios tristes de mi vida, aceptando culpas que me pertenecían en un acto de valentía que en nada se parece al hecho de delegarlas en los demás para autoengañarme. Reflexioné acerca de todos los momentos que me mordieron en el alma y que, al mismo tiempo, me hicieron crecer más fuerte. Esquivé las arenas movedizas del presente y fijé la vista en una meta clara que se divisaba en el horizonte cercano. Ahora tengo claro que no voy a dejarme matar antes de tiempo. No voy a caerme sin saber antes si volveré a levantarme. No voy a dejar que me hieran si no tengo claro que las heridas, por muy profundas que sean, serán leves con el paso del tiempo. No voy a gastar el tiempo en odios absurdos que no me ayudarán ni siquiera conmigo mismo. Voy a vivir. Y no me refiero al simple hecho de pasar los días e ir acumulándolos en el cajón de la vana experiencia. Lo dijo Rafael Amor: “Durar no es estar vivo, vivir es otra cosa”. Se acabaron las ocasiones perdidas.