domingo, 21 de marzo de 2010

A OSCURAS

Es, probablemente, la peor de las sensaciones. El hecho de no saber a qué nos enfrentamos y cuál es la oposición a la que debemos vencer, nos hace temblar y ser pasto del miedo que nos va invadiendo poco a poco. Esa es la oscuridad. La que da cobijo a todos aquellos fantasmas que nos han aterrado durante años y que aparecen siempre que la luz se apaga. Es el momento de las incertidumbres, de la soledad, de la vejez no compartida o, por ejemplo, del amor no correspondido. Es la agonía de no saber qué dirección tomar, hacia dónde avanzar sin que el miedo a equivocarnos nos lleve a un abismo del que no podamos salir jamás. Y ahí me tienes tú, divagando y deshojando margaritas en silencio. Con la mente puesta en un “sí” que desconozco si me hará bien o mal. Porque si me dices que sí, mi primera pregunta será “¿Por qué no me ahorraste ni un solo momento de angustia en todo este tiempo? Habría sido todo más fácil…” Por favor, enciende la luz de una vez para saber la dirección que debo tomar.