domingo, 19 de abril de 2009

¿MERECE LA PENA SEGUIR?¿O ES PREFERIBLE CAMBIAR?

Me hago la pregunta porque después de tantas vueltas de las agujas del reloj, tantas hojas arrancadas en los calendarios y  tantos movimientos de rotación y traslación, echo la vista atrás y valoro todos y cada uno de mis movimientos en los últimos años.

Ahora, con el tiempo sobre mí, con mis errores sobre mi espalda y con mis aciertos en mi bolsillo de buenos recuerdos, me arrepiento de haber entregado el corazón a algunas personas y causas que, quizás desde un principio, supe que eran perdidas.

Nunca esperé nada de aquellos a quienes me entregué por completo, porque no eran inversiones. Pero sí es verdad que me vacié en más de una ocasión y, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que fueron esfuerzos en vano con amistades meramente circunstanciales.

Es cierto que siempre es más feliz quien se entregó más puramente, sin tapujos. Pero también es cierto que llegado el momento, te das cuenta de que las hordas imperialistas de la ingratitud vienen a por ti. Porque te golpean por la espalda y el dolor lo sientes de frente, en los ojos y en el corazón. Quien menos esperabas que te traicionara, lo hace. Y no lo hace con un golpe físico, un desplante, o un grito. Lo hace pasando a tu lado sin dedicarte ni siquiera una mirada, para que el aire de su movimiento indiferente sea quien te golpee y te tire al suelo todos los buenos recuerdos, dejándote sin fuerzas para intentar devolver la bola.

Eso sí, lo bueno es tener amigos como algunos de los míos, que en cuanto notan el golpe que has recibido, se acercan hasta ti para recordarte que ellos siguen ahí aunque no seas la mejor persona del mundo. Para recordarte que en el fragor de la batalla en la que se convierte la vida conforme avanzan los años, ellos estarán a tu lado como escuderos, dejándose matar si hiciera falta. Gracias José Javier, porque tú eres de esos que se tiran conmigo a la piscina aún sabiendo que la piscina no tiene agua y que el fondo está tan lejos que el golpe va a ser mortal. No cambies ni dejes de recordarme, una vez se me hayan curado las heridas, que hay peligros que no se deberían correr jamás.

Creo que seguiré siendo como soy, pero no porque crea que cambiando voy a empeorar, sino porque soy tan gandul que me he acostumbrado a esta vida repleta de sinsabores que se olvidan cuando llega una alegría.

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