martes, 10 de marzo de 2009

ME VOY A COMPRAR UN TELEFUNKEN

Aun sintiendo el dolor en los bolsillos de tanto arañarlos buscando sin llegar a encontrar nada, desde antes de que la crisis fuese aceptada por los dueños del chiringuito, he decidido que mañana, nada más levantarme, iré a Media Markt (porque yo no soy tonto) y me compraré un televisor Telefunken como el que hace años tenía mi abuela en el salón de su casa.

            Ya sé que en los tiempos que corren, tengo a mi disposición un sinfín de diseños y marcas para elegir, pero yo quiero un televisor como el que tenía mi abuela. Me da igual que una vez conseguido, tenga que esperar a que se caliente para poder verlo, o que tenga que encontrar un transformador porque sea de 125 en vez de 220. Eso serán simples, cómicas y despreciables anécdotas una vez me haya sentado frente a él a disfrutar de seriales como Farmacia de Guardia, Los ladrones van a la oficina o Celia, entre otros. Además, tengo pensado recuperar ese espíritu de reunir a toda la familia en torno a él. Ese espíritu que nació cuando sólo había un televisor en casa, y que murió en el mismo instante en que se compró el segundo televisor para la habitación de los cabeza de familia, o para que el niño de la casa enchufara la consola y no molestara.

            Creo que sólo voy a verlo sin compañía los martes por la noche cuando llegue Paco Lobatón con su búsqueda incesante de todos aquellos que han hecho mutis por el foro del escenario del barrio sin dejar huellas, cuando Nieves Herrero haga su programa, o cuando Isabel Gemio ponga patas arriba los audímetros con sus sorpresas.

            Me niego a comprarme uno de esos televisores de ahora, que ya no se llaman televisores, sino pantallas. Y aunque pueda parecer que voy contra la corriente, no quiero en mi casa diseño en detrimento de la calidad. No quiero saber con quién se acuesta el novio de Rociíto, ni si los hijos de la duquesa de Alba aceptan la relación de su madre con el hombre ese que a su lado parece un niñato. Seguro que en ese televisor no tendrá cabida la vida del resto a cambio de unas pesetas, ni la teletienda vendiendo soluciones para aquellos que piensan que el tamaño sí importa.

            Además, con un poquito de suerte, si lo mando a pedir a tiempo en caso de que no haya, puede que llegue antes de fin de año para disfrutar de Martes y Trece, que este año creo que harán lo de las empanadillas de Móstoles. También es muy probable que este fin de año vea a Marisa Naranjo retransmitir las campanadas, con ese modo tan peculiar... Lo único que me da pena es que no podré ver en ese televisor a Buenafuente, porque ese televisor está a años luz de la TDT, que hasta hace unos años sólo servía para desratizar, pero ahora sirve para ver más y más canales de televisión insustancial.

            Bueno, les avisaré si lo consigo para que se vengan por la noche a mi casa a ver La Piovra, Bajarse al Moro, Testimonio, Juzgado de Guardia o la carta de ajuste. Porque seguro que mientras yo esté viendo todo aquello que nos hace esbozar una sonrisa cuando lo oímos y recordamos tiempos pasados, ustedes estarán maldiciendo los programas de formato “llama y gana” con la tan recurrida frase: -¡Joder, es que no ponen nada que sirva a esta hora en la tele!-

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