miércoles, 11 de marzo de 2009

DONDE IREMOS A PARAR

Que los tiempos han cambiado y con él los que formamos parte de la sociedad es algo más que evidente. Pero que en esta evolución hemos perdido gran parte del respeto hacia las formas, pasando del respeto absoluto a las jerarquías a un compadreo que no tiene límite, es un hecho público y notorio. Hace quince años, el maestro que me daba clases en el colegio La Salle- Antúnez era conocido entre los alumnos con el nombre de Don Francisco. Pues bien, teniendo en cuenta la evolución anteriormente mencionada, no me extrañaría que a día de hoy los alumnos lo llamaran Paquillo, Fran o vaya usted a saber cómo.

Con tanto Gran Hermano, tanto espíritu de David Bustamante y tanta sencillez confundida, hemos pasado de un extremo a otro de forma más que preocupante. Y ahora, las palabras amore, cariño, cielo, amigo, etc. han pasado a formar parte del léxico del vulgo, incluso en las relaciones profesionales.

Hace unos años, cuando llamaba a mi padre a su oficina y él no se encontraba, era muy frecuente escuchar: -Disculpe, el señor Calero no se encuentra ahora mismo en su oficina.- Pero ahora, cuando lo llamo y no está, lo más frecuente es obtener por respuesta un “no cariño, él salió”, o el clásico “no amor, creo que fue a desayunar”. Y yendo más allá en estas apreciaciones les diré que si antes dejaba el recado de que yo le había llamado, la contestación era: -Muy bien, le dejaré una nota para que le llame.- Ahora la parranda es tal, que cuando doy el mismo recado obtengo la siguiente respuesta: -Veeeenga cielo, pos yo le digo que te llame, ¿ok? Hasta lueguito amore.-

Esto pasa cuando la sociedad en la que vivimos ha pasado en poco más de treinta años de un extremo a otro sin ningún control, tal y como decía hace poco Emilio Calatayud en una conferencia sobre los derechos y obligaciones de los menores. Y que conste en todo momento que cualquier tiempo pasado no me parece mejor. Aun así, me preocupa que esta vorágine en la que estamos envueltos no tenga fin, porque me gustaría que mis hijos me respetaran (sin llegar a tratarme de usted) y no me tomaran por el pito del sereno… como tomo yo a mis padres muy de vez en cuando.

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