jueves, 18 de febrero de 2010

ERES...

Eres algo superior a mis fuerzas. No me preguntes por qué, porque no puedo controlarlo. Eres un completo desastre. Me desesperas cuando pasas a mi lado y me tapas con la manta de la indifierencia, imaginando que no existo y concentrada en no girarte cuando nuestros hombros se rozan. No puedes imaginar lo que me molesta que no contestes a mis llamadas cuando mi intención simplemente es preguntarte cómo te va, qué tal llevas el día o si estás estresada en ese trabajo que tantas alegrías te da, pero que tanto sacrificio te supone. < Me desespera verte perseguida siempre por ese miedo que hace que conviertas en furtiva una simple conversación que no va más allá del simple intento de saber qué te inquieta o qué te roba la sonrisa en determinados momentos. No puedo convivir con ese sentimiento de culpabilidad que te azota a cada rato en que te detienes a saludarme, aunque sea por equivocación. < Nunca se te pasará por la cabeza, tampoco, lo que me desespera que no me devuelvas las llamadas cuando ves mi nombre en la pantalla de tu móvil al lado de un teléfono naranja, o después del mensajito de "tiene una llamada perdida". Siempre serás incapaz de ponerte en mi lugar porque estás tan pendiente de cerrar herméticamente tu espacio vital para que nadie te descubra cómo eres en realidad, que terminas rendida y sin ganas de mudar de mente. < Me estás matando poco a poco y, en el fondo, lo sabes. Con tus desastres, tus egoísmos involuntarios, tu mundo cerrado a cal y canto y tantas cosas que matas antes de que nazcan estás consiguiendo que cada día amanezca con una nube inmensa sobre mis hombros. < Con esta cesta llena de virtudes... ¿Cómo no iba a enamorarme de ti?

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