Hay sentimientos que son tan
verdaderos que no mueren, ni se deforman por muchos golpes que reciban. Son más
fuertes que cualquier roca de esas que descansan en la playa y que van
moldeando su forma gracias a la erosión que las olas del mar ejercen sobre
ella. Para aquellas personas que están acostumbradas a hacer las cosas de
verdad, a decir la verdad y a sentir de verdad, no hay aprendizaje o
sentimiento que tenga a la mentira por coartada.
Quien ama de verdad, siempre lo
hará. Puede que cambie el destinatario debido a alguna huida temprana, a una
incompatibilidad de caracteres o a la aparición de algún tercero que aparezca
en la ecuación sin haber sido invitado. Pero el sentimiento, queda. Llegará
otro destinatario, vistiendo de limpio las ilusiones que quedaron por ver la
luz y lavando aquellas que se ensuciaron por quién sabe qué.
Quien ama de verdad, sabe lo que es
sufrir, porque en su día lo sintió y cuando lo superó, descubrió que la vida
del que ama no puede tener como protagonistas a las lágrimas. Descubrió que,
como en toda película, debe haber un protagonista y unos actores secundarios
que favorezcan la interpretación del actor principal. Descubrió, por lo tanto,
que el amor sólo no basta.
Quien ama de verdad, sabe que la
esperanza es su aliada porque llegará algún día en que el mundo será de
aquellos que hacen bien las cosas para tener un final digno y merecido.
Quien ama de verdad, decidió en su
día no odiar eternamente a nadie porque, llegado el momento, descubrió que el
odio eterno sólo dura cinco minutos.
Quien ama de verdad, sabe que el
arrepentimiento y el perdón son dos virtudes difíciles de alcanzar y que, una
vez se perdona, se mira hacia delante y se rechaza utilizar aquello perdonado
como arma para defenderse en caso de crisis futura.
Quien ama de verdad, vio la soledad en primera fila. Pero lejos de huir de ella, se acomodó, sintió bajo su manto y aprendió que estar sólo y decepcionado no era más que el primer paso para tener la mejor compañía.
Quien ama de verdad, quien siente de
verdad, sufre, llora y se desanima. Pero sólo quien ama de verdad, quien siente
de verdad, se regenera, sonríe y se llena de esperanza en cada paso que da.
Quien ama de verdad, entiende que la teoría sólo es buena si se aplica llegado el momento. Porque si no se aplica, sólo será un puñado de palabras que carecen de sentido.
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